Era cada día una rutina, despertar con el pie izquierdo, dar
un breve bostezo, la luz de la ventana iluminando al ojo; un día inalienable,
vestirse, comer y preparar el morral. Así es como el veía y cumplía cada día,
un chico eléctrico y animado, pero sereno como su nombre, Raymond era el, rubio
y bonachón, un joven que le encantaba la música, desde tocar instrumentos de
forma arcaica, hasta jugar a ser un guitarrista en sus videojuegos y tararear
de camino a todas partes, incluida su escuela.
Como todos los días, estaba atrapado entre las maquinas,
robots más que humanos, con el clima ardió del campo chocándole en la frente,
atendiendo a las necesidades primitivas, comer, caminar, estudiar trabajar y
entretenerse de muchísimas maneras. Era la tarde de ese día, estaba disgustado
por el trato ajeno, arrojaba sus prendas con furia hacia la puerta de su cuarto
haciendo un alboroto, se lanzó a su cama como un trapo maltrecho, indignado
pero triste, con cansancio por el esfuerzo físico. Después en la noche, apenas
escondido el sol, escuchaba de repente una voz tierna, dulce pero desconocida,
sentía como unas manos lo agarraban por detrás. Casi da un grito, cuando la voz
era calmada, su madre era médica y trabajaba hasta tarde, nadie oyó nada.
Asustado, trato de escuchar mejor esa voz suave como el algodón,
pero femenina, se calmó y logro apreciar sus brazos chicos y tiernos como su
hablar; el chico se acercó cuando ella le susurro algo al oído –No tengas miedo,
por favor ayúdame… –Estaba rogándole al chico.
El pequeño Raymond trago su miedo y se armó de valor para
dar la media vuelta y ver quien era ella, al verla con la leve luz de la luna,
se percató de sus ojos pequeños y claros, el pelo liso y la piel pálida, que
combinaban con su tierna pijama de color blanco, con grabados de animales
bonitos que ella vestía. Pasando un momento ella se alejó y se ocultó en la
sabana, él se puso a un lado de la cama que rechinaba con su peso, pero no con
el de ella, extrañado la miro mientras se ocultaba con las manos inclinadas en
el borde de la tela como garras de gato, la interrogo con la voz serena y
tranquila para no asustarla más – ¿Cómo te llamas?
La chica estaba más asustada que él, ponía las manos en la
cobija como si fuera una pequeña minina, solo logro hablar con el mismo tono,
agudo y tierno –Me llamo Sakuya, no sé dónde estoy… –Dijo con timidez.
Extrañado, el joven inclina la cabeza, nunca había visto
alguien tan tímida, pero se notaba su fortaleza, por alguna razón el sentía
eso. El solo logro convencerla de que no le haría daño, eso logro
tranquilizarla pero seguía cubriéndose en la seda colorida y arrugada. Esa
pequeña le pidió si podía pasar allí la noche, el asintió, no era
malintencionado a pesar de provenir de una ciudad de mente cerrada y vulgar,
para la niña lo más preciado seria dormir sin miedo.
Al día siguiente despertó solo por inercia, como si
estuviera programado en su psique, ignoro lo sucedido y tomo de nuevo la
rutina, se lavó, vistió y comió, el bulto estaba preparado ya y se dirigió a
clases. Este día fue mejor y tranquilo, pero seguía deprimido, no se llevaba
bien con las chicas, era ignorado por su actitud enérgica y alocada.
Llegando a casa empezó a recordar, subió y se desvistió casi
por completo, cuando oyó un grito, el susto fue de impacto, pero noto que era
Sakuya otra vez, pero estaba sentada en medio de su cama con las manos pequeñas
e inclinadas sosteniendo la sabana; el chico le pidió disculpas, y ella le rogo
que se sentara a un lado de la cama.
Después el chico estaba más que nervioso, la chica lo jalo
para que viera junto a ella el televisor apagado, la pequeña se le acercó al
oído y le hizo una petición – ¿Jugarías conmigo? –El pequeño no podía soportar
la voz tierna y agradable, no podía negárselo era la cosa más adorable que
había visto.
Sonrojado y aliviado por poder verla sabiendo que era una
niña y no otra cosa, este le mostro una pelota de playa, pero ella no quería
jugar a la bola; después trajo una perinola, la uso un momento pero a la niña
no le gusto; lanzando un suspiro se acercó al chico y lo sentó en la silla de
su habitación y ella busco otra que tenía apoyando la puerta, ya sobre su silla
saco una guitarra de simulador del gabinete para él y un mando para ella,
Raymond estaba confundido, no le prestó atención a la chica y coloco el disco
de su videojuego favorito en la consola que tenía guardada en el gabinete, esta
chica se molestó pero él seguía jugando, de repente en un momento ella se unió
al juego, lo que lo sorprendió y trato de ser bueno con ella y no mostrarle sus
habilidades, como arrogante prematuro; pero se tragaba el orgullo cuando ella
jugaba mejor.
Cuando vio que ella le gustaba jugar con él, se emocionó y
empezó a hablarle, tenían mucho en común y estaba alegre, al rato se dio cuenta
de que no era como otras, era ruda pero tierna, aunque era poco femenina eso no
le quitaba el gusto de estar con ella, pero más allá de hacerla menos
agradable, era la persona más dulce que había conocido, aunque a veces era
alguien muy cruel con sus respuestas a la hora de jugar; para mostrar que tan
bien jugaba, montaba un pie en la silla y ponía el mando bajo su rodilla
mientras aun tomaba el control con las manos y sacaba la lengua.
El infante
estaba más que feliz, tenía una gran amiga, mas allá de asustarse el porqué de
su aparición, o de si pudiera querer algo, robarle, el seguía jugando con ella,
salían del cuarto corriendo por la gran casa, se divertían con las escondidas,
con el juego de la ere y atrapado; ella era a veces dulce como el azúcar en
ocasiones mala y agria, pero era sincera, quería volver otro día para jugar de
nuevo, él estaba muy contento, por fin había conocido a una buena amiga que
tenía sus mismos gustos.
Como se llevó muy bien con la niña, era obvio que quería
presentársela a su madre y poder jugar con ella otra vez, claro ocultándole eso
de que la conoció una noche; cuando quería encontrar a su madre no estaba,
ambos se extrañaron pero ella tenía que irse por alguna razón –pensaba el–,
pero era obvio que era tarde y el con la energía inagotable no lo noto, la
acompaño a la puerta y ella le agradeció dándole un abrazo y después un
golpecito con sus manos pequeñas.
Recordaba las risotadas de su amiga, creía que era un sueño
hermoso, no se percataba de la extrañes del momento; él era inocente, no
pensaba que tenía malas intenciones ni que alguien pudiera estar usándola para
llevarse algo de la casa mientras su madre no estaba. Estaba más enérgico que
nunca el día siguiente a pesar de haber estado tan tarde en la noche, por
suerte estudiaba en la tarde, por eso no tuvo problemas para dormir, la mama
había llegado en la mañana, a él no le importaba era feliz y no se tomaba nada
en serio incluso ningún insulto a pecho, su aura era contraria a los que lo
rodeaban, tristes y amargados, maquinas antes que un ser vivo.
Esperaba ansioso la noche, trajo chucherías, bebidas y todo
lo que su voz aguda y avariciosa pudiera extraer de su adinerada madre que ya
enloquecía por lo pedante de sus reclamos, –pero al diablo– pensaba el
muchacho, no le importaba era alegre como en navidad esperando ansioso a su
amiga. Al llegar la noche estaba muy triste porque estaba tan ansioso que al
ver que no llegaba… – ¿Espera que era eso? –se preguntaba a si mismo cuando
escucho algo crujir en su ventana.
El susto y la felicidad se fundieron en una
aleación como cobre y estaño cuando vio a su amiga subiendo hasta la ventana
por las ramas de un árbol, a él le gustaba mucho la ropa que vestía ahora, ya
no era blanca era oscura estampada de animales malignos en la camina de color
claro que se veían mas arcaicos que temibles, la bata que traía la noche
anterior la tenía atada a la cintura como una falda pero tenía pantalones rasgados
hasta las rodillas; recordó entonces verle la ropa oscura debajo de la bata,
ella vestía lo que era, oscura pero cariñosa.
Al apreciarla noto que se estaba
cayendo, la atajo cuando caía, era tan liviana que él se creía un físico
culturista, pero de una patada alta y coreografiada recibió un golpe de ella
cuando pensó en otra intención, el pequeño se disculpó a más no poder y fueron
a jugar nuevamente.
Dos niños, preparándose para desvelarse jugando, ahora ella
y el jugaban toda clase de juegos, virtuales como reales, incluso en un punto
jugaron a la pelota, él se sentía muy a gusto porque quería ser rebelde y no
contarle nada a su madre, juntos como amigos sin pensar en otra cosa, Raymond
era un niño, no malpensaba ni se atrevía a ser un pervertido, se lo imaginaba y
vomitaba en una versión caricaturizada de el mismo en su cabeza; a su vez la
niña estaba muy feliz, estaba sola, no recordaba a nadie ni a nada, solo sabía
jugar, hablar y reír. Esa felicidad, de ser niño y disfrutar sin malos
pensamientos ni susurros que te hicieran caminar por el mal camino, incluso la
niña que sabía más de esas cosas disfrutaba de estar con el chico por muchos
días haciendo esta nueva rutina, el niño despertaba desvelado pero feliz,
trataba de ser buen alumno por primera vez para que su madre no se enojara
cuando le dijera que Sakuya lo visitaba por la noche; era inteligente, sabia
muchas cosas pero era muy fiestero y animado, el sabia sobre el casamiento, el
sexo y todas las cosas que se debe saber sobre la vida para no cometer errores,
es decir, era un hijo de una médica, sabía mucho de estas cosas por lo que
pensó que no había problema.
Con el tiempo el chico se enrojecía mas con la aparición de
esta chica, quería recibir más sus tiernos abrazos y caricias que tanto
imaginaba, estaba enamorado de ella, no por su belleza ni por su físico, que
era considerable para una niña de nueve años de edad, un par de años menos que
él; pero eso no le importaba, la quería como novia, porque era tierna agradable
y como ninguna, su inteligencia era increíble, aunque en ocasiones era algo
molesta al hablar, pero lo bueno que daba le dio muchos deseos al pequeño de
tenerla como esposa y ser cantantes o músicos; era un niño, no creía que su
madre lo viera como algo malo. Una noche decidió darle un peluche de una oveja
que a él le regalaron hace mucho tiempo, ella estaba confusa pero agradecida,
era una oveja negra con ojos serios y triangulares, tenía sarcillos y las
pezuñas más negras que la lana; pero tenía otro detalle, en el cuello tenia
atado una nota que decía – ¿Quieres ser mi novia? –El chico vio la reacción de
ella y le agarro la pierna pero ella lo evito, entonces se arrodillo el rogándole
que le dejara ser su novio, tenía una voz muy aguda pero adorable, era un
infante su voz no era como la de un adolecente; le suplicaba y le ofrecía todo
lo que el tenia para que fuese su pareja, estaba llorando todo sonrojado y
temblando con ojos húmedos que se notaba más por el cabello albino y piel
clara.
Ella estaba riéndose y le acaricio la cabeza un par de
veces, le dio un beso en la frente, ella le respondió dándole un leve golpe en
el hombro y decía –Claro, pero deja de ser tan llorón o será peor cuando
termine… –Él estaba más que contento, le pidió un abrazo y ella no se negó,
juntos ahora seguían jugando pero ella estaba entre las piernas del chico
sentada en el piso ambos jugaban con la consola por horas, no les importaba más
nada.
Solo un par de semanas bastaron para que la madre, ya con
otro turno de trabajo, pudiera observar que es lo que hacía el niño; al
principio cree que tiene una amiga imaginaria pero todo cambia cuando la sabana
lo arropa solo y el mando flota en el aire frente a él, incluso podía notar
como la consola respondía sola y los demás objetos también. Pensó en un montón
de teorías pero por fin logro tomarles una fotografía, el terror la lleno desde
los pies hasta el cuello, había una niña con ropa oscura y piel pálida en donde
con sus ojos no veía nada más que una habitación y su hijo. El chico se da
cuenta de lo ocurrido, y la buena chica lo deja solo con su mama, la madre le
muestra la foto a su hijo que estaba muy asustado por la reacción de la madre,
entonces cuando ella pregunto – ¿Tu sabes quién es ella? –Lo que contesto le
helo la sangre –Es mi novia mama, se llama Sakuya, ¿puede venir?, estaba aquí
cuando tu no estabas…
La mama no regaño al niño, le dijo que estaba bien pero que
dejara que ella viniera a la sala y por la puerta para que ella la pudiese ver;
así fue entonces llegando semana santa, la niña llegaba y la madre de Raymond
fingía verla, cuando no la veía decía que no tenía buena vista para no asustar
a su hijo, mientras en secreto la misma madre pedía ayuda a curas, sacerdotes y
videntes; el niño era bueno a pesar de todo, ella no le quería quitar su primer
amor, así que le decía que un monstruo horrible se metía a la casa y que su
novia y el corrían peligro. Con el tiempo perdía las esperanzas y el hijo
seguía convenciéndola de que Sakuya no era mala influencia y que no estropearía
sus actividades, de echo le ayudaba con sus tareas de vez en cuando, trayéndole
los libros y cuando el escribía, ella tocaba la música jugando con el
simulador.
Perdía las esperanzas cuando a veces le decían que el
espectro era oscuro, no era malvado decían algunos verdaderos videntes, pero la
madre era religiosa y empezó a creer en los simoniacos, entonces acudió al
brujo del pueblo, era santero pero de la mala clase, era malo y tenía malas
intenciones con la gente; hizo un ritual para sacar el espectro de la casa,
pero no pasó nada en la tarde…
Después en la noche el niño jugaba con su novia y se dieron
el primer beso en secreto, estaban en el patio pero él no la sentía, se asustó,
ella también; nunca se tocaron realmente, el sentía la brisa con sus golpes y
el polvo cuando la cargaba, no creía que fuera algo malo, de echo era tan
incrédulo que pensaba que él era demasiado fuerte y que ella era tan débil que
no sentía ni sus golpes, tan solo una vez cuando la atajo aquella noche,
recordó que fue la rama que se rompió sola cuando el había jalado. Pero eso no
fue lo que le llamo la atención, en ese momento una sombra salió detrás de su
querida, sintió un horror tremendo cuando ella grito siendo levantada del suelo
por el monstruo, él estaba muy asustado, pero seguía en su mundo de fantasía
consiguió las cosas que habían dejado los sacerdotes la noche anterior y se las
arrojo al demonio, o lo que pensaba el que era un diablo gigante, se notaba que
le hacía daño pero él estaba asustado y marcado por lo que trataba de hacerle a
la pequeña, al final ella logro zafarse y correr a la casa que, como sabemos
estaba bendecida hasta las paredes por los anteriores benefactores, ahí se sintieron
a salvo y la chica sentía mucho afecto por Raymond que a pesar de no haber sido
quien la salvo, al menos trato de ayudarla.
A la mañana siguiente el jovencito le conto todo a la madre
y el horror la había invadido, sabía que era culpa del santero, fue a la casa
familiar del llamado señor Smiler, pero estaba más horrorizada de saber que el
señor no era dueño de esa casa, y mucho peor aún, la familia de santeros que
estaban allí no conocían a tal hombre; ella fue a su casa y abrazo a su hijo
pidiéndole perdón y suplicando que trajera a su novia para también
disculpársele, ella pareciera que no estuviera pero salió a pesar de ser de día
a la sala, se acercó y cumplió la petición, la madre estaba angustiada cuando
sintió a la niña, pero no quería que su hijo supiera la verdad.
Aunque no quería decirle, la mama espero un día más para
decírselo cuando vio que trataba de darle un beso en la mejilla a su novia, fue
a su cuarto de día y empezó a hablarle que ella no era más que un alma
atormentada que quería aprovecharse de el para estar en este mundo, que ella
trajo todos las bendiciones para que ella se fuera, incluso se sinceró y dijo
que ella trajo al monstruo, la niña estaba allí escuchando, el chico estaba más
que perturbado.
La madre exclamaba gimiendo – ¡Ignora su belleza hijo
mío!...
El gritaba – ¡No la quiero por que sea muy bonita!
Ella lanzaba alaridos que podían entenderse como palabras –
¡No caigas en la seducción ni por su cuerpo, ni por sus halagos!...
El hablaba con mucho valor, por primera vez le respondía a
su madre, pero no con un tono alto, sino con voz leve y breve –No la quiero por
tener buen cuerpo…
La mama estaba muy confundida hasta que su hijo se paró y
ella arrodillada se puso al nivel del niño solo porque él se había levantado,
toma a su mama de los hombros y le decía –La quiero por que fue mi mejor amiga…
La madre más que conmovida los dejo en paz, pero Sakuya al
llegar la noche estaba llorando en una esquina y él estaba muy extrañado, no
quería hablarle, respondía de mala manera y cuando no le decía que se callara
empezara a susurrar –No estoy muerta, no estoy muerta… –una y otra vez, él
estaba muy deprimido por verla así pero a él no le importaba la abrazo por la
espalda aunque no podía apoyarse de ella, puso sus brazos pequeños en el muro y
la confronto cara a cara con una sonrisa para darle ánimos, a todo esto decía
–No te asustes, me gustan los fantasmas, es genial que tú lo seas –Y la beso en
la cabeza aunque era transparente a la luz de la luna.
Ella estaba muy feliz, él vivía aun en su mundo fantasioso,
pero un buen día ella trato de salir con él a la calle para usar la bicicleta
que el gustoso le dio permiso de usar, era de día y a ella le quemaba el sol,
así que el tomo una cortina y la cubrió a ver si podía salir, poco a poco iban
en la bicicleta paseando, él no podía sentirla en su espalda pero si oírla y
verla aunque fuera muy opaca a la cortina, eran felices hasta que la cortina se
voló, lo único que recordó el chico fue el grito de ella cuando desapareció. En
la noche estaba buscándola y al encontrarla por fin estaba en el baño de la
casa, húmedo y con niebla porque ella trataba de lavarse las manos, la cara y
el pelo, pero el agua ni se levantaba, solo se evaporaba un poco, algunas veces
se congelaba; el tomo el agua y la ayudo a lavarse la cara que no recibía el
líquido, ella estaba triste y seguía repitiendo –No estoy muerta…
Él estaba angustiado y asustado, ella lo noto y empezó
alejarse enunciando una y otra vez esa frase, no paraba aunque su novio trataba
de ayudarla pero después de discutir como adultos contradiciéndose el uno al
otro, ella lanzo un grito muy fuerte y muy grave, era como si dos bestias
gritaran en una cueva, sus ojos se pusieron negros, su piel pálida hasta la
putrefacción, olía muy mal y su pelo se había alborotado; esto asusto mucho al
chico asiéndole pensar que su madre tenía razón, pero casi al salir de la
puerta vio que ella fue frente al espejo viéndose a la cara, ahora su voz
tierna habia regresado pero ya no era como antes, no era energica, no era suave
ni susurrante, estaba en serio llorando y gimiendo del horror, ella vio al
espejo y dio un último grito antes de desaparecer, el chico quedo marcado con
lo que escucho, más que asustarse, la furia lo invadió, lo que alcanzo a
escuchar fue –Hermano, dijiste que no me dejarías morir por que te meterías en
problemas ¿entonces preferiste eso a que ayudarme?...
¿Un hermano? ¿Quién sería? Humano no es…
Cruel hasta llegar a lo diabólico e insensible…
Mentiroso y vulgar, creía el…
Los pensamientos lo llenaban cuando era de noche, su madre
lo acudió al escuchar el grito, pensó que lo que ella pensaba era verdad, pero
su hijo le contó lo sucedido.
Además de haber sabido que su hijo tenía razón vio que
estaba muy deprimido y no quería hacer nada, ni estudiar, ni jugar, de echo
había guardado su consola para no usarla y no acordarse de ella, tan tierna y
sincera, cruel pero justa, pequeña pero grande, no tan bella, pero si muy
agradable.
¿Otro día más? Pensando en el mañana, fue a apoyar a su
madre al trabajo, el monstruo que él conocía… ¿Seguía en la casa? Se preguntaba
el, no le interesaba su madre dijo que el ente ya no estaba porque ella busco
ayuda rápido, pero eso no lo alivio por que tan bien sentía que su madre trataba
como un “ente” a su amada, estaba deprimido angustiado, revisaba los pacientes
del hospital.
Samanta Crew 45 años…
Dorothy del Carmen 19 años…
Carlos Angostura 56 años…
Abigail Torrealba 15 años…
Fiona Nieves 11 años…
Sus ojos estaban moviéndose como un reloj, volviendo al
texto, pensó entonces, vio que era ella, igual solo tenía otro color, fue a la
sala en donde estaba, el creía todo en cámara lenta, su madre lo buscaba, el
creía que lo iba a regañas vio atrás, pero siguió adelante, se caía por el piso
lavado…
Se levantaba y recordaba su cara de alegría, era idéntica,
fue corriendo no le importaba el dolor de du brazo, estaba emocionado, el
corazón le latía fuertemente por imaginarse que ella pudiera estar a punto de
morir, recordó lo que hizo esa mañana, se levantó, baño, vistió pero no comió,
sin desayunar estaba a punto de desmayarse se creía un pequeño héroe pero daba
pasos largos uno tras otro, derecho, izquierdo, derecho, derecho…
Perdió el conocimiento, despertó en una cama, el ventilador
estaba arriba y su madre a un lado de la cama, pero había alguien más…
Una sábana cubría a un cuerpo en otra cama, el cuerpo tenía
ojos pequeños, piel clara pero no pálida, pelo negro y liso, figura pequeña y
bien formada…
El chico comió algo antes de levantarse y la madre estaba
sonriéndoles y diciéndole – ¿Es ella verdad?...
Era idéntica a la foto que ella tomo aquella noche, ¿estará
muerta en coma? ¿No despertara nunca? ¿Será ella en verdad? Todo pasaba por su
pequeña cabeza. La madre respondía su madre directamente refiriendo a que casi
murió, lograron revivirla, no era grave el daño así que pronto se repondría,
pero escucha todo lo que le decían…
Él no dormía, apenas comía, se lavaba las manos y cara…
Él tenía la misma ropa todos los días…
El esperaba todos los días hablando con ella y poniendo su
música preferida, ella sonreía, el también…
Pedía a su madre que trabajara tarde para poder estar con
ella, era una madre de mente abierta en un pueblo de mente cerrada, los dejo
estar juntos por un par de días…
Por fin había abierto los ojos él se emocionó, le acaricio
la cara y le dio el peluche que le regalo cuando se declaró ante ella. Lo miro
a los ojos, estaba sonrojado como una fresa, la madre de Raymond lo saco y se
resistía, pero al salir ella también salió, la mama del chico de hablo diciendo
que la madre de Fiona venia en un rato…
Él se arrodillo ante la niña y le pregunto – ¿Me recuerdas?
Ella estaba confundida, pero logro responderle –No te
conozco…
Las palabras entraron como un cuchillo a su pecho…
Un cuchillazo le inclinaba la vista…
Otro cuchillazo y humedecía los ojos…
El último cuchillazo lo pondría a llorar pero el filo fue
detenido antes de clavarse en su pecho, un abrazo, algo le cayó encima, era
pesado y muy suave…
Una voz tierna como el algodón que el sentía, un beso en la
frente y un golpecito en el pecho artífice de una mano pequeña como la zarpa de
un gato…
–Era broma… –Expreso con maldad, dejándolo perplejo,
entonces se lanzó hacia ella riendo y llorando…
El vio su camisa que decía Sakuya, entendió entonces, se
alegró por fin y se le presento a la madre de la chica, el joven era calmado,
tierno y amable. Ya no era tan enérgico y quería estar con Fiona…
¿O es Sakuya?...
–Es Fiona Nieves… –afirmaron…
Era un alma dulce y sincera, él era un alma eléctrica y
calmada, alegres ambas, casas distintas; se levantaban con el pie derecho, se bañaban,
se vestían, comían y salían a la calle; cada uno con una bicicleta escuchando
música paseando con el sol ardiendo pero bello, aunque no podamos verlo
directamente…
FIN
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